Recuerdo que hablaba con unos españoles aunque no me acuerdo sobre qué. Ella empezó a hablar a los españoles sobre su conocimiento sobre las japonesas. Ella volvió a explicarse así: "Las japonesas son muy sensibles, no funcionan nuestras bromas. Yo tenía una compañera japonesa de trabajo. Así que conozco bien a las japonesas." En este momento, yo no fui igual que antaño, además tenía ayuda de mi cerveza. Estaba totalmente preparada para opinar en español. Y en fin, empecé a expresar mi opinión.
Yo: "La broma es muy difícil de entender, sobre todo, entre diferentes culturas y diferentes idiomas. Aunque sea una broma corriente para vosotros, dependiendo de tu cara y tu tono de voz, es posible que no podamos recibir tus palabras como una broma. Así que quizás tu compañera sea muy sensible, o quizás tu cara y tu tono sean demasiado serios para una broma. Por eso no puedes genelarizar diciendo que las japonesas son demasiado sensibles. Depende de las personas y depende de las situaciones."
Ella: "No, no. Las japonesas son muy sensibles. Es verdad."
Yo: "¿Qué tipo de broma le dijiste a tu compañera japonesa?"
Ella: "No dije nada malo. Aquí usar las palabrotas es muy normal. Es una expresión cariñosa."
Yo: "Bueno, pero si tú dices palabrotas con tu cara seria y tu tono de voz muy serio, será posible pensar que no es una broma. ¿No puedes imaginar ese punto de vista?"
Ella: "¿Quieres decir por mi cara? Yo le dije a ella una broma como siempre se lo digo a los demás. Así que no es por mí, sino porque las japonesas tienen demasiada sensibilidad."
Creo que me puse muy enfadada con su generalización. Así que en ese momento llegué a ser una contestona profesional. No dejé de hablar con ella. Encima, empecé a opinar generalizando sobre los españoles.
Yo: "Vale, ahora he entendido muy bien por qué los españoles nos lanzan la palabra "¡china!" o "¡chinita!" por la calle. Es que vosotros no tenéis tanta sensibilidad como la que tenemos nosotros. Así que no podéis pensar qué sentimos cuando nos lanzáis tal palabra por la calle. Por falta de sensibilidad."
Me di cuenta de que, aunque pensaba que nunca le había dado tanta importancia, me molestaba y, en el fondo de mi corazón, me daba mucha rabia recibir la palabra "¡china!" por la calle. Es que ese tema salió de mi boca en ese momento, aunque ella no me dijo "¡china!" Pero no me esperaba su respuesta.
Ella: "Porque nosotros no podemos distinguir a las chinas de las japonesas."
Hay mucha gente que contesta así sobre "¡china!", sin embargo, eso se desvía totalmente del punto de ese tema. Por eso siempre tenía que plantearlo de otra manera.
Yo: "Un momento. Nosotros tampoco podemos distinguir si tú eres española o portuguesa, o bien, italiana. Pero en ese caso, no te lanzo la palabra "¡portuguesa!" o "¡española!" por la calle. "Gritar ¡china!" por la calle es un insulto porque tiene la intención de molestar y ofender. ¿Te has parado a pensar si a una china le hace gracia que le digan china cuando va por la calle? ¿Qué necesidad hay de decirlo?"
Ella: "No es un insulto. Es una expresión de cariño."
Aunque yo me quedé sin palabras, ella continuó.
Ella: "Mira, yo tengo un sobrino. Él parece muy coreano."
Aunque ni siquiera yo puedo distinguir siempre a un coreano de un japonés o de un chino.
Ella: "Nosotros le llamamos ¡coreano! Y él está muy contento porque eso se lo decimos con cariño."
Me quedé boquiabierta, es que había cambiado de tema totalmente. ¿Quién dijo que mis conocidos me lanzaban la palabra "¡china!" por la calle?
Yo: "Tu caso y mi caso son diferentes. La gente que me lanzó la palabra "¡china!" era completamente desconocida. ¿A pesar de ello, era un cariño?"
Ella: "Depende del tono."
Bueno, tenía que explicarme mejor con unos ejemplos ilustrativos.
Yo: "Es un insulto. Mira, te doy un ejemplo. "¡Vaya con la china de los huevos!" ¿Con esas palabras también piensas que es un cariño?"
Ella: "Depende."
Yo no me lo podía creer. Ella trataba de justificar lo injustificable.
Ella: "Estás equivocada. Nosotros utilizamos esas palabras como una expresión cariñosa. No pasa nada por utilizar esas palabras entre nosotros."
Yo ya me había vuelto una contestona y, además, profesional. Así que no pude callarme.
Yo: "Te entiendo muchísimo. Hasta ahora no había entendido nada bien por qué los españoles nos lanzan esas palabras para insultarnos por la calle. Gracias a ti, lo entiendo muchísimo más. Es que a vosotros no os pasa nada por la cabeza al utilizar las palabras, aunque nos siente mal, porque vosotros no tenéis una sensibilidad como nosotros. Por eso no podéis imaginar el sentimiento de los demás. Nosotros somos muy "sensibles", así que siempre somos capaces de tener consideración con los demás, aunque sean diferentes."
Ella: "¿Qué dices? ¡China no es un insulto! Lo decimos porque nosotros no podemos distinguir si sois japonesas o chinas. ¿Ves como sois demasiado sensibles?"
Volvió al principio. Esto no era lo que me habían dicho. Esta vez, yo no paré.
Yo: "No te preocupes. Estoy muy contenta. Porque he entendido perfectamente por qué los españoles dicen así. Tú me has enseñado perfectamente. Es que los españoles no son nada sensibles, no tienen nada de sensibilidad, dicen esas palabras como les da la gana. ¿Verdad? ¡Muchas gracias! Ya sé que los españoles no son nada sensibles."
Ella siguió repitiendo que los españoles no podían distinguir quién era japonesa o china, así que ella defendía que si me dijeran "¡china!" por la calle, no era un insulto. Como mucho sólo una equivocación. Ya no había ningún remedio para la gente que insistía así. Es que era un punto totalmente diferente. Nunca saldría de ese bucle en nuestra conversación si ella siguiera con su mismo argumento.
Aunque estaba bastante excitada, por otro lado, estaba contenta porque descubrí algo que antes no había conocido. En un momento, sentí que se descubrió una respuesta que buscaba hacía mucho tiempo. Así que no es una mentira que me sintiera contenta.
Ahora estoy cansada, pero mañana voy a seguir un poco más.