Pero por otro lado, normalmente ser estudiante es ser pobre. Y hay un límite en el presupuesto que puede utilizarse para cerveza, no, no, no, quiero decir para todo. Desde luego, no me olvidaba de lo más importamte, estaba aquí porque tenía que aprender algo que quería aprender, además para eso vine a España. ¿Entonces si no para qué había venido?
Un día fui al supermercado y encontré una cosa magnífica: ¡Latas de cerveza! Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi el precio de una lata de cerveza y fue un choque impresionante e inexpresable, como si me pegara un golpe en la cabeza. Era un precio imposible en Japón. ¡Qué barata! Al principio, tuve dudas de que fuera realmente cerveza, pensé que había algún gato encerrado. Pero ya me daba igual. Soy ahorradora antes y ahora. ¿Cómo que no lo aprovecharía? Como no soy tacaña, aunque sea estudiante, no tengo pensamiento de dejar de tomarme alguna cerveza. Como soy ahorradora, aunque sea estudiante, no escatimo gastos a la hora de tomarme una buena cerveza. Pero realmente, el precio fue súper barato. Todavía lo recuerdo claramente, fueron dieciocho céntimos por una lata de cerveza. No podía convertirlo en yenes por su excesivo bajo precio. ¡Gracias por apoyar mi estancia en España! ¡Distruté mucho y te lo debo a ti, latita de dieciocho céntimos! Cuando se acercaba la fecha de vuelta a mi país, día tras día conversaba con mi amiga japonesa que qué podíamos hacer seriamente para llevarnos la máxima cantidad posible de esa barata cerveza. Fue una época apacible. La echo de menos. Cuando renuncié a la idea de llenar con latas de cerveza mi pequeña maleta, mi destino cambió completamente. En aquella época, ¿quién podía adivinar que luego me quedaría en España por esta razón?

No hay comentarios:
Publicar un comentario