lunes, 5 de abril de 2010

De tal palo tal astilla

No sé si sería conveniente aclarar un asunto personal en este blog. Pero bueno, voy a decíroslo. Algunas personas me preguntaron: "¿De verdad que no te gusta cocinar?"

Bueno, espero no herir la sensibilidad de nadie con mis palabras, pero tengo que decir la verdad, me temo que ya es de vuestro conocimiento que a mí no me gusta cocinar.

Sin embargo, ¿por qué a mí no me gusta cocinar nada de nada? Me lo he preguntado a mí misma varias veces. Y ahora que lo digo me acuerdo de alguien muy importante. Es mi madre.

Desde que empecé a tener uso de razón, mi madre decía casi por costumbre: "¡¡¡Qué molesto es preparar la comida!!!" Aunque al final, casi siempre la preparaba para nosotros. La madre no hace morirse de hambre a sus hijos. Pero, probablemente, a mi madre no le guste cocinar.

Recuerdo bien una época en que frecuentábamos un restaurante chino casi una vez a la semana, a veces, incluso dos veces por semana. Eso era por mi madre.

En primer lugar, cuando mi padre volvía de su trabajo y mi madre todavía no había preparado la cena, ella solía decir: "Vamos al restaurante chino". Bueno, no estaba mal, es que en ese restaurante, más bien, un comedor, la comida estaba riquísima, además el precio era muy barato, aunque en esa época, yo no me preocupaba nada por los precios, es que todavía era una niña.

En segundo lugar, a mi madre le encantaba especialmente un menú de tal comedor chino. Se llamaba "MOYASHI SOBA", que era un tipo de "RAMEN" con brotes de soja. Cada vez que iba allí, sin excepción, ella siempre pedía "MOYASHI SOBA". A veces dos veces a la semana.

En tercer lugar, probablemente, a ella no le gusta cocinar ahora, de la misma manera que nunca le había gustado antes.

La verdad es que a toda mi familia nos gustaba mucho la comida de ese restaurante chino. Así que no me molestaba nada ir allí varias veces a la semana. Yo, no hacía como mi madre y me pedía varios menús cada vez que iba allí. Pero la verdad es que el "MOYASHI SOBA" era el número uno tanto para mí como para mi madre.

Sin embargo, me ocurrió algo muy vergonzoso. Recuerdo la vez que volví a visitar el restaurante después de mucho tiempo, unos diez años más o menos, yo era ya muy mujer, ya no era una niña como antes. Me maquillé, me puse un vestido de mujer. Y fui allí con mi padre y mi hermana.

Las camareras no habían cambiado, trabajaban las mismas personas a pesar del paso del tiempo. Creo que es normal que nosotros, como clientes, recordemos las caras de las camareras. Pero al contrario, normalmente no, ¿verdad? Es que no es como el bar vecino en España. Sin embargo, una camarera le dijo a mi padre: "Sus hijas han crecido mucho". ¡Ella nos recordaba perfectamente! ¡Qué vergüenza!

Es porque nosotros habíamos ido demasiado frecuentemente a dicho comedor. Además, mi madre siempre había pedido el mismo menú. Sin duda, debido a mi madre, les habíamos causado una impresión muy fuerte. Bueno, esta anécdota ya es un chascarrillo en mi familia.

Y ahora, yo entiendo mucho lo de mi madre. Si yo hubiera sido mi madre, habría hecho totalmente lo mismo que ella. Es que a mí no me gusta cocinar, y no me molesta para nada comer siempre en un mismo restaurante, mucho mejor que cocinar. ¡Ah! Mamá, yo soy indudablemente tu hija.



El almuerzo de hoy 5 de abril de 2010:
Arroz en blanco.
Ensaladilla de nabo, atún, maíz y tomate con un toque de bonito seco.
Bizcocho con almendras para la merienda.
Elaborado entre fogones por Macarena.

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