jueves, 23 de septiembre de 2010

Las japonesas que no ríen

Durante la estancia en España para aprender flamenco, iba al tablao de flamenco muy frecuentemente. Por supuesto que era para ver el baile flamenco y, al mismo tiempo, para aprender con la vista algo más de los artistas, por ejemplo, el aire, la técnica, el diseño del vestido, etcétera.

Además, había muchos espectáculos en los que bailaban artistas que eran muy famosos en Japón. Encima, la entrada era mucho más económica que en Japón. No había ninguna razón para no aprovechar esas oportuniades.

Normalmente, en el tablao había algunas clientas japonesas que siempre iban allí. Además, los trabajadores estaban acostumbrados a atender a las japonesas que no podían hablar bien español. Así que era fácil conseguir una entrada sin hablar español.

En uno de los tablaos donde iba frecuentemente, un trabajador bilingüe explicaba "algo" antes de empezar el espectáculo, por entonces todavía no me enteraba de nada. Cada vez que iba allí escuchaba lo mismo, podía imaginar que al principio saludaba con unas buenas noches y un bienvenidos. A continuación, daba una explicación del espectáculo, hacía la presentación de los artistas y enumeraba los palos flamencos que ofrecía el espectáculo.

Y al final, siempre explicaba las observaciones a tener en cuenta durante el espectáculo. Eso lo entendí porque el trabajador usaba unos dibujos para que los clientes lo entendieran, aunque no supieran español o inglés. Quedaba muy claro que estaba totalmente prohibido utilizar la cámara con flash o sin flash durante el espectáculo, pero sí podíamos sacar fotos de los artistas en los últimos cinco minutos. Para mí era algo normal, no había nada gracioso.

Así que nosotras, o sea, las japonesas que estábamos allí, escuchábamos con buenos modales esas explicaciones. A pesar de no entender bien los idiomas que él hablaba, no había ningún problema. Sin embargo, otros clientes, que parecían extranjeros occidentales, siempre se echaban a reír en el momento que el trabajador sacaba unos dibujos para explicar las observaciones.

Esos dibujos tampoco eran algo especial, un cartel sólo tenía el dibujo de una aspa roja encima de una cámara dibujada a mano y el otro cartel ponía la hora en que se podía fotografiar y grabar en video durante los cinco minutos finales. Ya está.

¿Entonces, por qué se reían ellos? Observando a mi alrededor, salvo las japonesas, todos los clientes reían como si acabara de ocurrir algo muy gracioso. Pensé: "¿Me he perdido algo?" Así que le pregunté a mi amiga qué ocurría ahora. Pero mi amiga tampoco entendía por qué los demás se reían tanto. Así que pensábamos que había dicho alguna broma, pero como no entendíamos español, pensamos que nos la habíamos perdido.

Pero cada vez que iba a ese tablao, exactamente en el mismo momento, salvo las japonesas, los clientes se echaban a reír. Nunca había excepción, así que ya no podía pasarlo por alto. Tenía muchas ganas de saber por qué.

Como iba frecuentemente a ese tablao, llegué a conocer al trabajador que siempre explicaba todo antes de empezar los espectáculos. Un día, le pregunté a él qué era lo que decía siempre en ese momento. Es que siempre pasaba lo mismo, las japonesas eran las únicas que no podían reírse con los otros clientes.

Él me contó lo qué explicaba siempre. Fue algo normal, o sea, estaba prohibido sacar las fotos, sólo nos permitían sacarlas en los últimos cinco minutos. Aunque quería comprobar si decía alguna broma, él me dijo que no. Así que me confundía aún más. ¿Qué había tan gracioso que hacía reír a los clientes? Desde nuestro punto de vista japonés, no había nada gracioso.

Le expliqué al empleado que para nosotras no había nada gracioso y le pregunté que por qué los clientes se reían mucho. Para nosotras, era una situación "muy graciosa" en la que otros clientes reían mucho en un momento en que no pasaba nada gracioso.

El trabajador parecía muy satisfecho cuando los clientes se echaban a reír durante su explicación, pero sabiendo que las japonesas eran muy serenas en ese momento, él se echó a reír.

Hasta hoy, esa situación todavía ha sido misteriosa para mí.

El almuerzo de hoy 23 de septiembre de 2010:
Arroz en blanco con UMEBOSHI.
Medallón de merluza con salsa TERIYAKI, lechuga y cebollitas al vinagre.
Surtido frito de patatas, berenjena, pimiento verde, rabas de calamar rebozadas, salsa mayonesa y ketchup.
Elaborado entre fogones por Macarena.

La comida del día 4 de agosto de 2010 en Japón:
(Arriba a la izquierda)
El desayuno: Café con leche, cruasán relleno de verduras y una galleta con sabor a fresa.
(Arriba a la derecha)
La merienda: Café con hielo y petisú.
(Segunda a la izquierda)
La merienda: Té verde japonés y dulce de naranjas cocidas y cuajadas con agar-agar.
(Segunda a la derecha, tercera y cuarta)
La cena: Refrescos, sopa de maíz, DORIA, ensalada mixta y un plato combinado de hamburguesa, gambas rebozadas y patatas fritas.
(Abajo)
El postre: Helado de vainilla.

2 comentarios:

  1. Hummm... ahora yo también tengo curiosidad. No creo que fuera por lo que dijera, ya que es poco probable que los demás extranjeros lo entendieran (a no ser que lo dijera en inglés). Lo más lógico es que hubiera algo en la situación que le hiciera gracia... a los occidentales. ¿No has vuelto a ir con españoles? ¿O ahora que conoces mejor la ciudad?

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  2. Hola, David. No había nada que hiciera gracia. ¿Verdad? Sin embargo, los occidentales se reían siempre. Si tuviera la oportunidad, me gustaría visitar ese tablao otra vez. A ver si me estoy occidentalizando... Saludos.

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