viernes, 3 de diciembre de 2010

Una cabeza bien puesta

Hace bastante tiempo que conozco a una señora con la que coincido en el autobús que uso para ir a clase. Como nosotras nos bajamos en la misma parada, nos encontramos frecuentemente. Esa señora es muy buena persona, es decir, muy simpática, muy fina y muy razonable. Probablemente tenga alrededor de unos setenta años de edad, pero para tener esa edad su mente es muy abierta.

Ella es muy considerada conmigo, siempre me habla despacio, pronuncia claramente y vocaliza bien. Y me suele preguntar si yo he entendido todo lo que ella me acaba de decir. Cuando hay algo que no le entiendo y le pregunto el significado de sus palabras, ella me las aclara con cortesía. Además, siempre me da ánimos y me asegura que hablaré mucho mejor en el futuro.

Como ella siempre es tan considerada conmigo, durante la conversación, intento mostrarle que entiendo lo que ella me dice para que ella no se sienta preocupada. Así que cuando le escucho, mi cuello cabecea arriba y abajo con un gesto de asentimiento. Entonces, ella puede continuar la conversación sin preocuparse por si lo entiendo o no.

Ella trata de estudiar de una manera constructiva. Me gusta mucho su forma de esforzarse, a pesar de su edad. Así que me gusta mucho hablar con ella de cualquier tema. Es que me siento muy cómoda. Entonces, yo le escucho con total atención mientras sigo cabeceando con mi cuello.

Sin embargo, a veces, no puedo controlar mi cuello. O sea, como siempre se mueve constantemente, después de terminar una conversación, mi cuello se sigue moviendo por inercia. Cuando me he dado cuenta, intento parar ese movimiento, pero no se puede parar inmediatamente. Es como un péndulo.

Presto mucha atención a su conversación y, aunque le escucho muy seriamente, no puedo evitar que mi cuello cabece dos o tres veces de más.

El almuerzo de hoy 3 de diciembre de 2010:
Pan casero con semillas de girasol.
Pasta espiral con salsa al pesto.
Ensaladilla de patatas, zanahoria, pepino, jamón cocido de pavo y tomate con un toque de perejil.
Granada al natural.
Elaborado entre fogones por Macarena.

3 comentarios:

  1. Hola buenas tardes!!

    Las personas deberíamos ser como el vino, es decir con el tiempo deberíamos "mejorar", ganar en sabiduría, en entendimiento, en la forma de ver las cosas. Esta señora es un buen ejemplo de ello. Lo curioso es que actualmente ni se enseña, ni se inculca lo mismo a los jóvenes. Lo viejo estorba, no merece la pena esforzarse y sólo sirve vivir el presente. Todos los adjetivos que has mencionado de ésta señora, hoy son despreciados. Seguro que así el vino se pone agrio ¿Quién lo beberá?. Disfruta de su compañía mientras puedas, no hay tantas personas así.

    Gracias por leerme.
    Buenas tardes!!

    ResponderEliminar
  2. ¡Buenas!

    Es una gozada que conozcas a una señora así, y todavía es más gozada que sepas apreciar la compañía de esta persona. Cada día se respeta menos a los mayores, cuando tendríamos que darnos cuenta de que tienen mucho que enseñarnos.

    Lo del movimiento de cabeza no me parece extraño. A mi muchas veces me pasa que cuando quiero poner atención a lo que me están contando me esfuerzo tanto en poner atención que no me entero de lo que me están contando. Por dentro estoy diciéndome "pon atención, pon atención" y cuando terminan de hablarme me doy cuenta de que no me he enterado de nada. Así que no te preocupes por dar 2 cabeceos de más.

    ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar
  3. Hola, Miguel Ángel. Es verdad. Me gustaría esforzarme para ser como el vino que mejora con el paso de los años. Cuando sea mayor, quiero ser todavía mejor persona. Bebiendo cerveza ya he llegado a un buen resultado, pero quiero llegar a mi estado óptimo. Saludos.

    Hola, The Loser. La verdad es que esa señora es encantadora. No me aburre nada hablar con ella. Solo tengo una preocupación. Yo le hablo tuteándola desde que la encontré por primera vez. Pero ella utilizaba “usted” para hablar conmigo al principio. Como no estoy acostumbrada a usar “usted”, probablemente mi forma de hablarle pudiera parecer descortés. Aunque, finalmente, ella me tutea igual como hago yo. Saludos.

    ResponderEliminar