sábado, 30 de enero de 2010

Una chica encerrada

Durante tres años que llevo viviendo en España, me chocaron muchas diferencias entre Japón y España. Algunas son sorpresas positivas y otras son sorpresas negativas. Y a veces, he pasado vergüenza por desconocimiento. Por ejemplo, cuando utilizaba un taxi, yo esperaba delante de la puerta hasta que la puerta del taxi se abriera automáticamente. Pero no se abría nunca. Entonces me di cuenta: "Ah, estoy en España." Porque la puerta del taxi japonés se abre automáticamente cuando subimos y también cuando bajamos. Entonces después de pagar la carrera, sin darme cuenta esperaba a que la puerta se abriera. Había un pequeño silencio entre el taxista y yo. Y me di cuenta: "Ah, estoy en España." El metro también. Aún ahora me atolondro cuando el metro llega a la estación, porque la puerta del metro no se abre sin que apretemos el botón. En ese instante siento pánico mirando la puerta con los ojos desorbitados: "Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué no puedo bajar?" Pero al momento siguiente me doy cuenta: "Ah, estoy en España." Es que todas las puertas del metro de Japón también se abren automáticamente cada vez que llega a la estación. Esos son choques culturales graciosos. Bueno, lo que más me chocó, más bien todavía me sigue chocando, es lo del supermercado español. Aquí hay multitud de cosas inexplicables para mí. Por ejemplo, una vez que entras, no puedes salir sin compra. Bueno, ahora, sé que puedo salir diciendo: "¿Sin compra puedo salir por aquí? Pero mira, cuando llegué a España, me fue imposible salir sin compra de un supermercado por ser una japonesa que no podía hablar nada de español. Como ya sabéis, no me gusta nada cocinar, pero mientras que sea ama de casa, el supermercado es uno de los sitios que visito muchas veces en mi vida cotidiana. A mí no me gusta cocinar, pero no es que no me guste el supermercado, me gusta ir allí. Pero en aquella época, cuando no se vendía lo que yo quería comprar en el supermercado donde yo entraba sola, temblaba de miedo porque no podía salir de allí sin comprar nada. Tal vez vosotros penséis así: "Compra algo poco costoso, por ejemplo un chicle, y sal de allí fácilmente." Finalmente lo hice y salí de allí sin problema. Pero, soy ama de casa, no es que sea una ama de casa corriente, soy una ama de casa ahorradora. Por eso no podía decidirme fácilmente a gastarme el dinero en un chicle que no necesitaba. Pensaba, pensaba, y pensaba si había alguna manera para salir sin compra y sin hablar español, hasta que miré a una cajera y pronto renuncié a ese pensamiento porque parecía que esa cajera tenía su semblante severo. Después, estaba muy agotada por el miedo y el lamento por mi pequeño gasto del chicle. Ese choque fue grabado en mi memoria como una diferencia más de costumbres y con el innecesario gasto del chicle. Pero no quiero que os equivoquéis, no soy tacaña, soy ahorradora.





El almuerzo de hoy 30 de enero de 2010:
Ensaladilla de macarrones con verduras.
Aperitivos: brócolis, rábanos, queso, paté y regañás.
Elaborado entre fogones por Macarena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario