martes, 2 de febrero de 2010

Choque de alegría

A pesar de que es famoso que soy una chica a quien no le gusta cocinar, sí me gusta comer, a decir verdad, tengo otra cosa que me gusta a rabiar. Esa por la que mi corazón saltaba de alegría cuando vine a este país. Esa que rebosa por la calle no importando si es de día o de noche. Aunque la disfrute durante el día, nadie me lanzaba una mirada desdeñosa. ¡Viva España! Para ser franca, mi otra alegría es la cerveza. Sí, hablando entre nosotros, la verdad es que soy súper cervecera. En Japón, es difícil tomar una cerveza durante el día porque tengo que soportar una mirada reprochadora, pero aquí no lo es. ¡Aquí tenemos un país ideal para mí, lo digo como cervecera! Mientras estaba en España aprendiendo flamenco, por supuesto que iba al bar para tomarme una cerveza después de la clase, pero esto es confidencial, a veces, antes de la clase. ¿Cómo iba a desaprovechar esta fantástica oportunidad como cervecera? Durante mi estancia, la disfruté con frecuencia y la aprovechaba lo máximo posible. Hasta rebañar la última gota que se agarraba al cristal. ¡Viva España!
Pero por otro lado, normalmente ser estudiante es ser pobre. Y hay un límite en el presupuesto que puede utilizarse para cerveza, no, no, no, quiero decir para todo. Desde luego, no me olvidaba de lo más importamte, estaba aquí porque tenía que aprender algo que quería aprender, además para eso vine a España. ¿Entonces si no para qué había venido?
Un día fui al supermercado y encontré una cosa magnífica: ¡Latas de cerveza! Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi el precio de una lata de cerveza y fue un choque impresionante e inexpresable, como si me pegara un golpe en la cabeza. Era un precio imposible en Japón. ¡Qué barata! Al principio, tuve dudas de que fuera realmente cerveza, pensé que había algún gato encerrado. Pero ya me daba igual. Soy ahorradora antes y ahora. ¿Cómo que no lo aprovecharía? Como no soy tacaña, aunque sea estudiante, no tengo pensamiento de dejar de tomarme alguna cerveza. Como soy ahorradora, aunque sea estudiante, no escatimo gastos a la hora de tomarme una buena cerveza. Pero realmente, el precio fue súper barato. Todavía lo recuerdo claramente, fueron dieciocho céntimos por una lata de cerveza. No podía convertirlo en yenes por su excesivo bajo precio. ¡Gracias por apoyar mi estancia en España! ¡Distruté mucho y te lo debo a ti, latita de dieciocho céntimos! Cuando se acercaba la fecha de vuelta a mi país, día tras día conversaba con mi amiga japonesa que qué podíamos hacer seriamente para llevarnos la máxima cantidad posible de esa barata cerveza. Fue una época apacible. La echo de menos. Cuando renuncié a la idea de llenar con latas de cerveza mi pequeña maleta, mi destino cambió completamente. En aquella época, ¿quién podía adivinar que luego me quedaría en España por esta razón?



El almuerzo de hoy 2 de febrero de 2010:
Arroz al curry a la japonesa: zanahorias, calabacines, berenjenas, cebollas, garbanzos y carne de vaca picada.
Aperitivo de tomates y rábanos.
Yogur griego con miel y pasas.
Elaborado entre fogones por Macarena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario