martes, 4 de mayo de 2010

Desecarse

Vamos acercándonos al verano. Me alegro mucho. Me gusta el verano, mucho más que otra estación. Sobre todo, como soy friolera, en invierno no me funciona casi nada. Mi pensamiento va inclinándose hacia algo negativo mucho más que en verano, mi cuerpo empieza a tener varios problemas por el frío. De todos modos, el invierno es mi enemigo.

Uno de los inconvenientes en invierno es no poder secar la ropa en sólo un día. Aunque no llueva, es difícil secar la ropa a diario. Así que tengo que seguir tendiéndola en la habitación hasta que se seque. Como a mí me gusta hacer la colada, no me molesta tenderla dentro de la habitación. Sin embargo, como la habitación no es suficientemente grande, es incómodo pasar con la ropa tendida en la misma habitación. Cada vez que me muevo, tengo que mover el tendedero plegable, o tengo que esquivarlo. Así que si puedo tender la ropa fuera de casa, tanto mejor.

Por otro lado, en verano, la ropa se seca muy bien. Por más gruesa que sea la ropa, perfectamente se seca para ese día. Encima, en pleno verano se seca mucho más rápido. Aunque tienda la ropa por la tarde, basta dejarla hasta la noche, se seca perfectamente. Eso me alegra mucho. Así que no puedo dejar de hacer la colada, aunque siempre tengo ganas de dejar de cocinar.

Recuerdo cuando estaba en España para aprender flamenco, estábamos en verano. Cogía varias clases tanto por la mañana como por la tarde, así que utilizaba muchas camisetas y toallas al día. En aquella época, me alojaba en una habitación de un piso compartido. Pero mi casera no me dejaba utilizar la lavadora, así que tenía que lavar la ropa a mano.

Como todos los días usaba muchas camisetas y toallas, era obligado lavarlas diariamente. Como las lavaba a mano, no podía centrifugarlas bien sólo con mi fuerza. Así que tendiendo, la ropa estaba goteando mucho. Era como si hubiera charcos debajo de la ropa. Sin embargo, cuando venía la tarde, se secaba totalmente. Eso no pasaba en Japón. Así que desde entonces, pensé que llegaba a ser adicta a tender la ropa.

Sin embargo, había un inconveniente. Me gustaba secar bien, pero un poco demasiado, o sea, hasta que se desecaba todo. Mi toalla se desecaba quedando la marca de las pinzas. Mi camiseta se desecaba quedando la marca de la dobladura. La situación me hacía reír bastante. Pero a la vez, me daba miedo que también me quitara la humedad de mi cuerpo. Pensé que si siguiera viviendo en España, mi cara llegaría a ser como una pasa.

Después de eso, ni que decir tiene que, para que mi cara no se desecara como una pasa, me abastecía de muchos líquidos durante mi estancia. Por supuesto que también me hidrataba con la cerveza. Y así me sentía fresca como una rosa bien regada.



El almuerzo de hoy 4 de mayo de 2010:
Aperitivos de tomate y pepino con sucedáneo de caviar.
Arroz en blanco con UMEBOSHI.
Revuelto de espárragos, puerro, calabacín, pimiento verde, salchicas y huevos.
Fresas al natural.
Elaborado entre fogones por Macarena.

2 comentarios:

  1. Qué casera tan antipática que no te dejaba usar la lavadora. En mi primer año de universidad el piso no tenía lavadora y me pasé el año lavando la ropa en la bañera. No se lo deseo a nadie, ¡no sé cómo lo hacían nuestras abuelas!

    Por cierto, un día nos tienes que contar tu historia con el flamenco. A mí me sigue sorprendiendo que en Japón guste tanto, hasta el punto de que muchos dejáis vuestra vida allí durante unos años para venir aquí a aprenderlo. Al contrario de lo que piensa mucha gente de fuera, en España a todo el mundo no le gusta el flamenco, es algo muy especializado que sólo entienden unos pocos. Por eso me resulta tan extraordinario que en Asia tenga tanto predicamento.

    ResponderEliminar
  2. Hola, David. La lavadora es un invento muy importante, ¿verdad? Sin la lavadora, necesitaría dedicar mucho tiempo para hacer la colada. Vale, algún día escribiré sobre el flamenco, pero mi pensamiento es un poco particular, creo. Intentaré complacerte. Saludos.

    ResponderEliminar