sábado, 15 de mayo de 2010

Una manera para animarme

Aunque cada uno tiene diferente opinión, en la mayoría de los casos, yo estoy descontenta con la actitud de los dependientes en España. Para mí está claro que la manera de atender al cliente en España es muy diferente del esmerado trato que se ofrece al cliente en Japón, además, estoy acostumbrada al de Japón y me siento satisfecha con la manera de mi país.

En las tiendas, sobre todo, lo que más me irrita es que me hacen esperar mucho tiempo hasta que me atienden. Encima, parece que no se sienten nada responsables o incluso que no sienten nada ante esta falta de consideración hacia sus clientes. En el caso de Japón, normalmente, los clientes son muy importantes para los dependientes, más bien, su actitud es de agradecimiento. Así que si los dependientes nos hacen esperar, ellos siempre nos piden perdón con una actitud modesta. Aunque me pidan perdón, no cambia el hecho de que tengo que esperar, pero me siento aliviada y respetada.

Sin embargo, desde mi experiencia personal en España, no puedo ocultar que he vivido demasiadas ocasiones en las que tengo que esperar mucho tiempo, pero sólo en contadas ocasiones me pidieron perdón por haberme hecho esperar. Entonces, tras cada espera me irrité más y más con este comportamiento porque lo encuentro un gesto muy desconsiderado.

Bueno, después de vivir durante casi cuatro años en tal ambiente, ya no estoy enfadada con esta situación. Más bien, es que no espero nada, así que no siento nada. Creo que ya estoy vacunada. Por supuesto que si no necesito esperar, tanto mejor. Además, si me piden perdón con respeto lo celebro como cliente y me resulta muy agradable como persona.

Al principio, le confesaba mi irritación a mis amigos españoles. Pero ellos me decían que esa era una práctica habitual generalizaba y que a ellos también les molestaba. Entiendo que quizás me lo dijeran para que no pensara que recibía un trato peor por ser extranjera. Aun así, no sentía ninguna mejoría, es que me sentía como si yo fuera una quejica. Le pasaba a todo el mundo, pero sólo me quejaba yo. Terminaría haciéndoles pensar que entonces sería mejor que yo me volviera a mi país. Vine aquí por una decisión propia, así que quejarse mucho no obra conforme a la razón.

Sin embargo, casualmente, he encontrado una manera para animarme. Cuando conseguí encontrar el modelo de electrodoméstico que estaba buscando, le pedí ayuda a una de mis amistades españolas para que me acompañara. Fuimos a los famosos grandes almacenes de la marca más prestigiosa en España. Fuimos al departamento donde se vendía lo que quería comprar. Había muy pocos dependientes y muchos clientes. Estaba claro que tendría que esperar mucho tiempo hasta que me tocara el turno. Había una cola tan larga delante de la caja registradora que giraba por el pasillo. Ese día, tuve que esperar en total más de una hora de reloj hasta que me "tocó" el turno delante de la caja registradora.

Cuando llegué, para pedir la vez, pregunté que quién era el último, y ordenadamente me coloqué en fila detrás de la última persona que formaba parte de la cola. Después de mí, llegó una señora que vestía una llamativa chaqueta tres cuartos de un vivo color rojo. Llevaba una preciosa melena negra y un maquillaje impecable. A pesar de su corta estatura, no se cortó ni un pelo en pedirnos la vez y decirnos que le guardáramos el turno porque iba a ver algo, pero que volvía pronto.

Mi acompañante me dijo: Veremos a ver, porque este tipo de personas siempre le crea problemas a los demás. Parece que no conoce el refrán: el que se fue de Sevilla, perdió su silla. Como nos atiendan antes de que vuelva se acabará peleando con cualquier inocente.

Poco a poco se fue acumulando mucha gente detrás de nosotros. No sé por qué había gente que quería adelantarse en la cola. Y lo que ocurrió me parece muy curioso. Como habían muchos españoles en la cola, cuando alguien intentaba colarse, todos ellos gritaban a la vez: "¡Oiga, que hay una cola!"

Sin embargo, algunas clientas no renunciaban a adelantar su turno. Así que intentaban acortar el tiempo de espera de una manera u otra. A veces, lo intentaban diciendo: "Sólo una pregunta fácil, es que..." O a veces, fingían que no se daban cuenta de que había una cola. Aunque veía repetirse estas situaciones, yo ya no me enfadaba para nada. Pensé que como aquí no estaba en mi país, era normal encontrarme algo distinto. Sí, estaba bastante tranquila, de verdad. Más bien, debo reconocer que disfruté mucho observando a otra gente.

De pronto, toda la gente, o sea, todos los españoles que hacían la misma cola se enfadaron muchísimo. Empezaron a quejarse a los dependientes, primero elevaron la voz, y al final derivó en un alboroto. Por supuesto que mi acompañante no se quedó atrás, también protestaba. La razón era bien simple, la señora de la chaqueta roja no volvió a la cola. Aunque apareció por allí saludando con dos besos a uno de los dependientes. Éste para atenderla la invitó inmediatamente a sentarse a su mesa, todo pasaba a la vista de todo el mundo. Estaba colándose por delante de unas veinte personas, sin contar el número de clientes que ya se habían marchado renunciando a la previsible espera. Cuando la gente de la cola se dio cuenta de lo que pasaba, subieron los decibelios y otras personas que estaban en el establecimiento giraron sus cabezas hacia donde estábamos.

Esa situación me parecía un caos muy divertido para mí. Es que los españoles estaban enfadados por una situación provocada por sus propias costumbres. ¡Qué divertido! En tal situación, yo era la única persona que guardaba la calma y estaba sonriendo. Sí, me hacía animarme mucho. Es normal enfadarme con algo de España porque los españoles también se enfadan con los dependientes de su propio país. Por fin, hallé una manera de animarme. Observando esto, que enfada hasta a los españoles, me hizo reír.


El almuerzo de hoy 15 de mayo de 2010:
Arroz en blanco con UMEBOSHI.
Carne de cerdo a la plancha de jengibre y salsa de soja con lechuga, tomate y brécol.
Tortilla a la japonesa.
Elaborado entre fogones por Macarena.

2 comentarios:

  1. Esas situaciones son tipicas en México, en algunos lugares parece que en lugar de ir a comprar vas a pedir regalado ya que te tratan con la punta del pie. Claro si te dejas te tratan mal.....yo casi nunca me dejo, ja, ja.

    Y claro, no son capaces de disculparse si te hacen esperar.

    Saludos y que bien que lo tomes ya con mas calma.

    Coca

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  2. Hola, Coca. Lo que me hace sentir incómoda es que alguien me haya pedido el turno detrás de mí y se marche para hacer otra cosa lejos de la cola. Es que como me hace responsable de guardarle su turno, tengo que explicarle a la nueva persona que quiere hacer la cola que tiene por delante una persona que no está porque “volverá pronto”. Otras cosas me hacen reír, ya no me enfado tanto como antes. Me quedo bastante indiferente. Saludos.

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