jueves, 4 de febrero de 2010

A distintos países, distintas costumbres

Hasta hoy, os he hablado sobre varios de los choques que experimenté en España, sobre todo, acerca de la comida. Pero el tema de hoy no trata sobre la comida. Es una de mis sorpresas.

Hace dos años, fui a una academia para aprender español. Iba todos los días por la mañana. Como soy muy puntual, siempre salía de casa con mucho margen de tiempo. Ese día cogí el autobús y como siempre estaba casi lleno de gente. Me quedé de pie en el pasillo. Pero de repente, se produjo una alteración dentro de mí. Me recorrió un sudor frío por todo el cuerpo y sentí un intenso dolor de estómago, encima no podía sostenerme de pie. Decidí que ya no iría a la academia, pero tenía que volver a casa, tenía que cambiar de autobús. Llegué a la última parada de autobús donde siempre me bajaba. Salí y se me agotaron las fuerzas. Ya no pude moverme ni un paso más y tuve que sentarme en el banco de la parada del autobús. Allí me retorcía de dolor hasta que acabé poniéndome en cuclillas y apoyando mis codos encima del banco. En aquella época todavía no podía hablar bien español. Además nunca había aprendido algo de urgencias médicas. Por el momento tomé un analgésico y confié en que me desapareciera el dolor, no pude hacer más que eso.

Había mucha gente pasando por mi lado, pero nadie me ofrecía su ayuda, nadie me decía algo. Aunque me hubieran dicho algo, no estoy segura de si habría entendido su español. Parecía que la gente tuviera miedo de ayudarme por ser una extranjera. No sabía cuánto tiempo había pasado. Por fin, un hombre que era trabajador de la empresa de autobuses se me acercó. Pensé que tenía suerte porque la parada estaba justo delante de la oficina de autobuses que usan los conductores para descansar. Él me preguntó: "¿Qué te pasa?" Yo le contesté: "Tengo dolor de estómago, hasta que funcione la medicina, ¿puedo descansar en su oficina?" Es que pensaba que causaría molestias a los demás si estaba agachandome en la parada. Evidentemente pensaba que él diría que sí, pero no fue así. Él puso una cara de fastidio y un instante después me dijo: "Voy a llamar a la policía." Y yo me pregunté: ¿Por qué? ¿¿Por qué?? ¿¿¿Por qué??? Aunque le diera la razón en que no quisiera que yo descansara en la oficina, ¿por qué iba a llamar a la policía?

Según mi propio criterio, si encontrara a un enfermo, sería correcto llamar a la ambulancia. Pero no sabía, ni imaginaba que en España, en ese caso, al principio hay que llamar a la policía. En ese momento, sentía tanto dolor que no le contradije, ni lo rechacé. Mientras estuve esperando a que llegara la policía, estuve muy nerviosa pensando cómo explicaría esa situación en español. Llegó un agente de policía. Me dijo: "What's the matter? Are you OK?" ¡Ohhhhhh! ¡En inglés! No había previsto que él hablara inglés, mi cabeza estaba repleta de español y le contesté con muchos titubeos. ¡Ah, qué lastima de oportunidad perdida! Hubiera sido una ocasión magnífica para hablar con un policía que se parecía tanto a George Clooney. Él tomó mi N.I.E. y habló con alguien por un aparato transmisor-receptor, creo que comprobaría algo de mí, como que mi documentación estaba toda en regla y mi situación no tenía ningún problema legal, al final él llamó a la ambulancia y me fui a urgencias, al hospital. Aunque gracias al medicamento ya no tuve más dolor. Tal vez lo de vivir en el extranjero sea una razón para que la policía siempre sospeche de mí. No os equivoquéis, que si en Japón hay una enferma por la calle, llamamos a la ambulancia y no a la policía, aunque fuera una extranjera.



El almuerzo de hoy 4 de febrero de 2010:
Macarrones con albóndigas acompañado con regañás.
Ensalada de lechuga, zanahorias, rábanos, pasas y sésamo.
Elaborado entre fogones por Macarena.

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